Los seres humanos a lo largo de nuestra evolución, buscamos maneras de hacer de nuestras acciones, resultados beneficiosos y placenteros. En el mundo no accionamos solos, estamos acompañados, de otros, de animales y de la naturaleza. Y hemos llegado a lo que somos hoy gracias a nuestra capacidad de conservación de la vida.
Aprender los valores es parte esencial para esa conservación, nos ayudan a manejar nuestras emociones en diferentes circunstancias, a pensar en cómo resolver y en como enfrentarnos a la realidad.
Pero es importante ahora conocer qué es la vida y cómo vivirla.
¿Qué es la vida?
La vida ha sido interpretada por diversos enfoques de conocimiento, sean naturales como la biología, o metafísicos como la religión.
En donde para unos la vida se sostiene en un ciclo, “nacer, crecer, reproducirse y morir”, esto sin duda visto desde la perspectiva racional de la ciencia.
En cambio visto desde la perspectiva religiosa, la vida se concentra cuando el alma integra el cuerpo. Por lo tanto para unos es un estado de actividad, para otros es una manifestación divina.
La vida como valor
Entendiéndola como valor, entra en ella no sólo la vida en sí misma, sea cual sea el enfoque con que se defina. Es presentarle a la vida posibilidades de disfrute, amor y felicidad.
El valor de la vida lleva implícita el querernos y el de vivir creyendo en lo que somos y en lo que somos capaces.
Sirve para buscar sentido y propósito a nuestra existencia, y así dar explicación o no, la existencia de los demás e incluso de la naturaleza.
Un ejemplo puede ser que al momento de considerar la vida las plantas, le damos y entendemos que su propósito no sólo es la vivir, es la de darnos a nosotros el oxígeno para sobrevivir.
Practicando el arte de vivir
Vivir parece es una aventura. Verla en el enfoque racional puro conlleva a limitarse a explorar los confines más hermosos que no se ven en “nacer, crecer, reproducirse y morir”.
La vida debe llevar la búsqueda de propósitos constantemente, sean cuales sean, propósitos que nos hagan mejores seres humanos. Y si eso no basta, encontrar paz, tranquilidad y amor en uno mismo y con lo que uno es, parece incluso suficiente para la felicidad.
Siendo la felicidad un tesoro que todo ser humano siente inherente buscar, parece también inherente entonces que la vida es el camino hacia ella. Por lo tanto vivamos, y vivamos cada día más.